Recordar a Miguel Hernández que
desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un
deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de
Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida
tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de
Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal
despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su
poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a
la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo
con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo!
¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo
revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la
espada de la luz!
Pablo Neruda
No se porque hoy me acorde de ti
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